miércoles, 13 de mayo de 2009

La otra tarde, mientras leía, cuando apenas trataba de dejar atrás tu rostro, cuando a duras penas trataba de borrar tu imagen dulce, tu cuerpo perfecto, tu olor a paraíso, tu boca de madona, tus ojos de ángel y tu corazón de arpía. Comprendí que tal vez, nada podría hacer que pudiera olvidarte, en fin, tú fuiste la única Ipanema que comprendió que quizá lo que necesitaba fuera la idea de amar y no de un amor, porque quizá la idea marcaba como un sello mis actitudes y esto por si solo dejaba al amor fuera de los límites de mi corazón.

No tengo idea de cómo te adueñaste de mi ser, absurdamente caí por un vacío que hasta ese momento nunca conocí, hoy que estoy a punto de terminar tu historia, que es me idilio, no puedo dejar de agradecerte por abrir mi corazón, por largarte con él, por devolverlo hecho pedazos, nunca espere que el amor fuera así, nunca aprecié los momentos felices que tuvimos, y hoy los recuerdo con cada atardecer que no te tengo.

Te conocí, conocí la felicidad, me conocí a mí mismo, también conocí tus desprecios, conocí lo duro que es dejar de estar enamorado, aún hoy te recuerdo, conocí que nada en el mundo podría compararse con tu dulce imagen y que aún así mi corazón te pertenece y que a pesar de que esté partido en mil pedazos, no hay nada que pueda hacerte volver y nada que pueda hacer para poder olvidarte.

La otra tarde conocí, que el amor es un invento tuyo y que quizá, yo fue un peón en un tablero que tú forjaste y en donde te coronaste.

No hay comentarios:

Publicar un comentario